Rolf Schaffner fue un verdadero artista. A pesar de que consiguió vivir de su obra, gran parte de ella permanece semi oculta en medio de la naturaleza de diversos países y ajena a intereses comerciales; como mera expresión del ansia del artista por lograr una armonía entre hombre y naturaleza. Nació en Munich en 1927. A raíz de obtener la tercera plaza en el concurso del Comité Olímpico Nacional de Alemania en 1958 que le otorgó notoriedad en su país, pudo dedicarse en cuerpo y alma a la escultura. Durante 1962, en un viaje estival a la costa brava con su familia, trabó amistad con un matrimonio mallorquín que animó a los Schaffner a ir con ellos a Santanyi, una zona al sur de la isla balear, famosa por la excelencia de su piedra caliza que tras soportar la presión durante millones de años, ha logrado que su porosidad sea casi inexistente. Allí, al igual que les ocurre a hombres de interior que caen hipnotizados por el mar cuando lo descubren, Rolf, oriundo de una zona donde la roca y piedra de calidad escasea, se enamoró de una tierra donde la materia prima que él anhelaba para sus esculturas grandiosas e imponentes aflora en superficie y constituye la base térrea del lugar. La estructura paleokárstica de Santanyi ha producido una de las piedras calizas más perfectas del mundo, originada por una, irrepetiblemente alta, frecuencia de fluctuación del nivel del mar durante el Mioceno superior. Para un escultor de la piedra, supuso lo mismo que para un centenario descubrir la fuente de la eterna juventud. Rolf se estableció allí con toda su familia y comenzó una producción ciclópea. Santanyi era un pueblo pequeño y, en aquel entonces, de economía agrícola. Pronto se integró en el pueblo y trabó relaciones fecundamente amistosas con la gente del lugar.
De los canteros consiguió que le regalaran la capa superficial de la roca extraída, menos valiosa a efectos constructivos, pero más maleable bajo las herramientas de un creador, como es el marés, roca fácilmente moldeable con una simple sierra de mano. De sus amistades, que le presentaran a Llobera, dueño de una de las posesiones de la zona: Son Danús. Para sorpresa de éste, le pidió permiso para crear sus esculturas allí; en medio del campo. Durante años, fue creando su universo pétreo en Son Danús, ayudado durante las vacaciones escolares por Juan Antonio, el adolescente hijo del propietario. Rolf Schaffner fue el auténtico precursor del land art y como todos los auténticos creadores, son fin no fue otro que el de llevar a cabo una visión estética propia.
Hoy toda esa obra se deteriora lentamente bajo el efecto inexorable de la naturaleza, logrando de hecho su búsqueda anhelante de la fusión entre hombre y naturaleza. Y aquel jardín escultórico lo llevó a cabo por amor al arte, por el mero placer de crear. Incluso la leyenda dice que ni siquiera firmaba sus esculturas, aunque aquel joven y voluntarioso auxiliar afirma conocer el oculto lugar donde esa firma se puede encontrar. Es cierto que ganó con una de sus esculturas el premio Ciudad de Palma, pero ese hecho no resta mérito a su filosofía del arte. Ralf había abandonado la cómoda y fácil existencia en Alemania para llevar a cabo sus sueños en Mallorca. Unos sueños difíciles de comprender para la mayoría, pero que él persiguió durante toda su vida.
En 1976, falto de recursos, regresó a Munich, donde residió de nuevo hasta 1986. Recuperada su economía, volvió a Santanyi, aunque más crítico frente a la destrucción de la naturaleza por el hombre, que en Santanyi se debía a la inexorable masificación turística que se había producido durante esos años.
A partir del año 1995 comenzó su obra más ambiciosa: Equilibrio, con la que pretendió lograr un equilibrio entre la tierra y el hombre. Arrancando desde su amado Santanyi, Rolf superó los límites de la isla y extendió geográficamente su obra, que pasó a formar parte de los meridianos de la tierra. Las otras cuatro esculturas de piedras naturales que completan Equilibrio, junto a la de Santanyi que marca el punto sur, están Trondheim en el norte, Cork en el oeste, Wolgograd en el este y Colonia en el centro. Uniendo estos lugares con una línea imaginaria nace una cruz que discurre transversalmente a todas las mediciones de la superficie terrestre, señalando la posibilidad de otro sistema de fuerzas y equilibrios, que podría considerarse el eje de su filosofía creativa.
No sabremos durante nuestra efímera existencia si el ambicioso sueño de Rolf de lograr el equilibrio entre el hombre y su hogar, la tierra, se logrará. Pero doy fe de que sus esculturas en Son Danús logran año a año integrarse en la naturaleza. Los almendros, olivos bordes y los matorrales mediterráneos crecen año a año a su alrededor y, aunque algún conjunto escultórico ha sido dañado por las convulsiones de la tierra, la sensación del observador es que la naturaleza viva de los vegetales intentan proteger la obra y acogerla entre sus troncos, ramas, hojas y flores, como si fuera uno más.
Rolf Schaffner murió en Santanyi, como no podía ser menos, en el año 2008.
Fotografías tomadas en Son Danús en enero 2009.